¿Es hospitalidad, obsequiosidad, instinto comercial
o refinamiento de crueldad por parte de la nigromante esa insistencia para
que Saúl se restablezca? Es, dice ella, que necesita fuerzas para
seguir su camino. Aunque lo lleve malo.
Cuando a Jesús le preguntan que dónde quiere
que le preparen la cena de Pascua, todavía no saben que será
la última antes de salir a la Vía Dolorosa que pasa por la
Cruz y que lleva al Padre.
Ya en la Cruz le dan vino con hiel, amargo como las hierbas
de la cena de Pascua, para adormecerlo un poco ante la muerte.
María Magdalena, María de Zebedeo y otras
que lo han estado asistiendo miran la cruz desde lejos. Quizá fueron
ellas las que les mandaron el vino a los soldados
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Mucho tienen que insistir para que coma Saúl. Al
final, a fuerza de ruegos, se sienta de mala manera en el diván.
La bruja mata un ternero y cuece panes ácimos para abreviar, porque
no hay tiempo para la levadura.
Jesús, que sabe vivir y enseña a vivir,
y a vivir para siempre, dice que le preparen la cena como Dios manda que
se haga por Pascua: con su gente. Luego, cuando ya es hora, se sienta con
los Doce.
Pero el vino que le dan en cruz no lo quiere. La víctima
ni come ni bebe: da su carne y su sangre para alimentar la Vida.
Ya es noche cerrada. En esa noche, Saúl y los suyos
se levantan y se van.
Jesús y los suyos cantan los himnos y se van al
Monte de los Olivos.
Más tarde, aquella misma noche, se levanta y los
levanta para salir al encuentro de Judas. De poca ayuda le son: van a caer
en la trampa del desengaño y del miedo. Como estaba escrito.
Y en aquella hora, va a intentar por última vez
abrirles los ojos a esos discípulos que se creen que ven de noche.
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