APARECIDOS

6.

1S 28, 13-14 || Mt 26,39c; 27,52-53

Saúl le dice a la nigromante que no tema, que le diga a quién ve. La buena señora, a la que con el miedo que tenía se le había olvidado que ya había "visto" a Samuel, tacha y corrige: primero ve a una especie de dioses que suben del fondo de la tierra, luego a un señor muy tieso (14)  o a un anciano envuelto en su manto. Como a la nigromante no le falta más que decir "y que se llama Samuel", Saúl lo reconoce, se postra rostro a tierra, y lo adora.
En el Huerto, también Jesús cae rostro a tierra, en oración.
Cuando muere Jesús, la cortina del templo se rasga y Dios se va. La tierra tiembla y se hienden las rocas. Y los sepulcros, que ya no pueden encerrar a los santos porque triunfó la Vida, se abren y dejan libres a los que estaban dormidos y se levantan (15)  ahora. Cuando se levante Jesús, entrarán en la Ciudad Santa y aparecerán a muchos como lo que son: no ectoplasmas ni fantasmas de la noche, sino eternamente vivos, con la vida del Señor.

* * *

"Samuel" ya no querrá nada con Saúl. El muerto le anunciará la muerte con palabras de esas que engullen (16)  las ganas de vivir. Los santos que ya están con Dios, hablan con los que están en la tierra en signo (17)  de resurrección.



(14) <ándra órthion> 1S 28,14.
(15) <egérthesan> Mt 27,52.
(16) <dibrê-bala`> Sal 52,6.
(17) <dibrê ´ótôtayw> Sal 105,27. Literalmente: "puso en ellos las palabras de sus signos".


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